Los huevos fatídicos
CF- TECNOLOGÍA
 
     
 
 
 
 

ELS OUS FATÍDICS
Роковые яйца
(1924)

Mikhaïl Bulgákov

Editorial:
Comanegra

Colección:
Altres narracions

Núm:
10

Páginas:
135

Traductor:
Jaume Creus

 
     
Los huevos fatídicos

Lo llamaban literatura prospectiva porque 'ciencia-ficción' todavía no estaba inventado. En 1924, cuando Mijaíl Bulgákov escribió esta simpática fábula la definición de literatura prospectiva le sentaba muy bien. Porque hablaba de un futuro (inmediato), porque especulaba con la ciencia y sobre todo porque alertaba, una vez más, de cómo las consecuencias de los descubrimientos tecnológicos podrían afectar en mayor o menor medida a la sociedad, en este caso la soviética.

En más de una ocasión el autor realiza referencias a la reciente literatura de ciencia ficción que empezaba a campar por Europa —aunque el término no fue acuñado hasta dos años después por Hugo Gersnback— y se refleja con otro gran escritor que le precedió: H.G. Wells. En este caso concreto, teniendo en cuenta las semejanzas con la novela El alimento de los dioses del escritor inglés, puede considerarse todo un homenaje.

En Los huevos fatíficos encontraremos una narración directa, descrita a menudo con una fina ironía y que llega con facilidad al lector, sobre el descubrimiento casual que un profesor de zoología, Vladimir Pérsikov, realizada a través de un microscopio al observar cierto rayo que las lentes de sus aparatos han proyectado sobre huevos de batracios. Este rayo provoca un crecimiento sobredimensionado de los huevos y acelera de forma vertiginosa el crecimiento de los renacuajos que en pocas horas se convierte en sapos y ranas que invaden literalmente su laboratorio.

A partir de ahí, Bulgákov se dedica a perfilar una caricatura, un retrato del científico obsesionado por los descubrimientos, aislado del mundo exterior, arisco pero brillante y que pone toda su atención en un hecho que revoluciona su carrera. Pero naturalmente, la revelación atrae la atención del gobierno cuando prevé una implicación práctica en una especie de gripe aviar que está matando a todas las gallinas de las granjas soviéticas. Y cuando los políticos desean algo, ya sabemos que lo acaparan rápidamente menospreciando las posibles consecuencias de una experimentación poco esmerada.

La crítica a los poderes gubernamentales que se apropian del descubrimiento de Pérsikov sin el consentimiento de los científicos es, pues, uno de los puntos destacables de la narración a la que si le sumamos un sentido del humor particular y un leve desprecio por el mundo político que le tocó vivir a Bulgákov nos proporciona diálogos como éste:

“¿Cómo, que no sabe distinguir entre batracios y reptiles? —preguntaba Pérsikov— Es simplemente ridículo, joven. Los batracios no tienen riñones pélvicos. Están privados. ¡Mira por dónde! ¡Le debería caer la cara de vergüenza! ¿Seguro que es marxista verdad?”

Esta literatura de ideas, me atrevería a afirmar, fue toda una revolución para la época en que fue escrita, ese período de entreguerras donde todavía los escritores de ciencia ficción no se apoyaban con el átomo para cualquier especulación. Bulgákov nos acerca pistolas eléctricas mortíferas infalibles por ejemplo pero se fija más, como comentaba, con las consecuencias sociales de los cambios tecnológicos. En el fondo, es un debate abierto de la eterna pregunta sobre lo que representa la ciencia y su avance en las distintas sociedades humanas. Una mirada muy afín con la de H. G. Wells. El final, por cierto, también es mucho del estilo del autor británico en una de sus obras insignes: La guerra de los mundos

Milhaïl Bulgákov, nacido en Kiiv y residente en Moscú, al parecer fue un escritor incómodo por el régimen soviético que acababa de formarse. Y, al menos en esta historia tan bien llevada que focaliza la atención en el progreso tecnológico, lo disimula a través de un sutil sarcasmo de lo que pensaba del comunismo reinante en la Unión Soviética. Este tipo de crítica encubierta también fue practicada décadas más tarde por los hermanos Strugastki. Un autor, pues, que sembró cierta discordia y que con su estilo simple pero desgarrador quizá influyó en obras de mayor calada posteriores que también toman a los anfibios como referente para criticar a la estupidez humana. Ejemplos como La Guerra de las salamandras sin ir más lejos.

No creo que Bulgákov tuviera en mente escribir una novela de terror porque el estilo no acompaña, pero sí se permitía atemorizar a los lectores con unos inventos que si se descontrolaban podían convertirse en fatales para la humanidad a través de algo tanto elemental y cotidiana como unos huevos. Quizás aquí radica la incomodidad de todo.

(...) “ Ya no se sintió ningún otro disparo en el sovkoz. Todo quedó recubierto y sofocado por el ruido sibilante. Y, en respuesta, el viento trajo de lejos, desde Konysovka, un aullido, pero ahora ya no se podía distinguir si era un aullido de perro o un aullido humano. (...)

Eloi Puig

19/03/2022

 

Premios:

 

Búsqueda por secciones:
Ciencia-ficción
Fantasía
Terror
Cómic
Revistas
 
  Creative Commons License
Este texto está bajo licencia de Creative Commons.